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Friday, March 30, 2007

Frío, frío; caliente, caliente

Sociedad
Frío, frío; caliente, caliente

La batalla del régimen contra la corrupción: contradicciones,
politización y más de lo mismo.

José Hugo Fernández, Ciudad de La Habana

viernes 30 de marzo de 2007 6:00:00

Cuentan que en los años sesenta la casa del ex presidente Ramón Grau San
Martín, en La Habana, fue allanada por la policía política del nuevo
gobierno revolucionario. Los agentes lo revolvían todo en busca de
pruebas para castigar a Grau, mientras éste iba detrás, anunciándoles:
"frío, frío, caliente, caliente", en burlona alusión a ese juego
infantil que aquí llamamos "chucho escondido".

La anécdota puede ser útil quizás para introducir dos sucesos (uno,
frío, frío; y el otro, caliente, caliente) que tienen lugar por estos
días en nuestros predios, ambos relacionados con la pretendida batalla
del régimen contra la corrupción.

Frío, frío

En la heladería Coppelia, vidriera del pintoresquismo habanero en
tiempos de revolución, se lucha contra la estafa mediante una original
directiva. Al menos en los kioscos que comercializan en divisas, el
consumidor ya no puede ser engañado por los despachadores que al bolear
los helados se robaban la mitad de cada bola. Ahora el engaño es parte
indivisible del producto.

No se permite la venta de helados en porciones fijas sino según su peso,
desde una onza hasta una tonelada. De modo que si la cantidad no
armoniza con las expectativas de quien compra, ya no será culpa del
despachador, ni siquiera de la pesa, sino del grado de congelación del
helado.

A fin de cuentas, un helado, como todo en la vida, muy bien puede valer
lo que pesa. Aunque, como todo en la vida, para tener precios similares,
dos helados no necesiten ser sustancialmente iguales ni pesar siempre lo
mismo.

Caliente, caliente

Se recordará "El Caso Tecnólogo", nombre con que el Ministerio del
Interior bautizó aquel sonado operativo contra el robo de alcohol que se
llevara a cabo en la Planta de Hemoderivados de La Habana y que terminó
(el operativo, ya que al parecer no el robo) con el procesamiento
policial de 40 de sus trabajadores, entre ellos, las ocho tecnólogas que
fungían como jefas de turno.

Pues bien, los tribunales acaban de ratificar una sentencia de 15 años
de cárcel para Maicette Benítez Perera, especialista principal de la
planta. Finalmente, la sentencia no fue por robo sino por el muy ceñudo
cargo de sabotaje, basada en el cual la fiscalía había solicitado
condena de 20 años, que fue reducida luego de apelación.

Obviando el nimio detalle de que una acusación tan grave debe ser
suficientemente probada y que en cualquier tribunal del mundo real las
pruebas de un delito común, como el robo, no servirían para juzgar el
sabotaje, resulta indiscutible que la enjuiciada cometió una falta y
merece castigo.

De manera que en este caso la condición de "caliente, caliente", más que
en el propio acto judicial, radica quizás en ciertas observaciones y
ciertos criterios de personas que estuvieron presentes en el juicio de
Benítez Perera.

Por ejemplo, el periódico Juventud Rebelde publicó, a raíz de la
detención, que como consecuencia del delito cometido por ella y por los
demás, "se calcula que unas 75.000 donaciones de sangre fueron
inutilizadas, y que el país perdió casi dos millones de dólares por el
rechazo de producciones que no cumplían con los requisitos
imprescindibles". Sin embargo, estos testigos presenciales aseguran que
durante el juicio no quedó demostrada tal afirmación.

Dicen más: que el susodicho rechazo de las producciones desde el
exterior nada tuvo que ver con la falta de alcohol (que era el producto
robado), sino que fue debido a que contenían polímeros y pelusas, o sea,
por problemas intrínsecos de calidad y no por insuficiencias
relacionadas con los componentes.

Asimismo, aseguran estas personas que el máximo responsable del control
de la calidad en la Planta de Hemoderivados no fue llamado a testificar
en el juicio, razón por la cual quedó flotando este asunto de la calidad
de los productos rechazados.

Dicen, en suma, que incluso la culpa de Benítez Perera en el robo de
alcohol pudo ser demostrada solamente a través de su propia confesión,
pues no existe otra prueba fehaciente. Ni en su caso ni en el del resto
de los procesados.

De hecho, uno de los testigos (que no era trabajador de la Planta de
Hemoderivados, sino que se dedicaba a recibir y distribuir el alcohol
robado) declaró ante el juez que no veía entre los acusados a ninguno de
los trabajadores que le entregaban el producto del robo. Este testigo,
dicho sea de paso, resultaría apuñalado por manos incógnitas días
después de su comparecencia.

Hubo (y hay todavía, según vox pópuli) robo de alcohol en grande en la
Planta. Nadie lo duda. Nadie pretende negarlo. Entonces, ¿cómo se
explica que estos robos no afectaran, no afecten, la calidad del
producto terminado?

A mí no me lo crean, pero dicen los que saben que el alcohol no se
sustrae de las cantidades destinadas a la producción, sino que existen
convenios de trampa entre quienes suministran el alcohol a la Planta y
quienes lo roban desde adentro. De modo que las cantidades suministradas
son muy superiores a las que se registran realmente en los papeles. Es
algo así como la plusvalía de los ladrones.

http://www.cubaencuentro.com/es/encuentro-en-la-red/cuba/articulos/frio-frio-caliente-caliente/(gnews)/1175227200

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