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Tuesday, January 24, 2017

Eusebio Leal y las fiestas políticas del castrismo

Eusebio Leal y las fiestas políticas del castrismo
El historiador al fin interpretó lo que ocurre en Cuba
Martes, enero 24, 2017 | Tania Díaz Castro

LA HABANA, Cuba.- Al inicio de este nuevo año, en un evento de la
Asamblea Nacional del Poder Popular de los comunistas cubanos, el
delegado e Historiador de la Ciudad, Eusebio Leal Spengler, ofreció un
discurso donde tocó un tema muy controvertido en la realidad cubana de hoy.

Con motivo del fallecimiento de Fidel Castro, dijo que "nuestro desafío
es no convertir en consignas, algarabía, alharaca o jolgorio el
pensamiento del líder invicto, sino hacer realidad sus postulados".

Sin duda, el señor Leal interpretó al fin lo que ocurre en la Cuba de
hoy y de ayer, cuando Fidel Castro se hizo del poder y se mantuvo con
este por espacio de más de medio siglo, sin querer saber jamás si el
pueblo prefería su modelo político-económico a través de unas elecciones
libres.

Leal, haciendo uso de su prestigio bien merecido no sólo como cubano,
sino además como buen orador, criticó lo que siempre seguramente tuvo
deseos de criticar: que la Revolución sea más consignas que realidad;
consignas que no son otra cosa que órdenes dadas por el que manda a sus
partidarios para lograr su apoyo incondicional, a través de
demostraciones de algarabía: gritería confusa, alharaca: demostración
excesiva de admiración y alegría y jolgorio: diversión con ruido y bullicio.

Todo parece indicar que nuestro historiador citadino ahora prefiere que
la mayor de las Antillas tenga una dictadura distinta: más seria, más
racional, más reposada, más digna y no propia de un gobierno convertido
en promotor cultural de espectáculos al aire libre, con escenarios y
coreografías programadas en el despacho militar de más ringorrango, para
un público espectador que ni siquiera abarca la tercera parte de la
población cubana y que asiste a esas "fiestas políticas" tanto por
reflejo condicionado, como por compromiso o agradecimiento.

Eso hace el gobierno castrista con sus acólitos, desde que Fidel Castro
—en silencio tuvo que ser— comenzó a ver que cada día perdía apoyo de
las mayorías, ya fuera por aplicaciones de leyes draconianas, represión
contra los que piensan distinto, pésima administración por parte de los
organismos gubernamentales, por el totalitarismo y, sobre todo, porque
en el socialismo, comunismo o como se le quiera llamar a su modelo
económico, la prosperidad económica era y es una quimera imposible de
alcanzar.

¿Pero el Historiador de la Ciudad nunca se percató de que todo aquel
andamiaje de la fauna política era puro maquiavelismo, una estrategia
que tenía como fin hacer ver lo que no era verdad? Recordemos que
entonces se cambiaron los escenarios para la propaganda gubernamental,
posiblemente con uno de los mayores presupuestos del país y, en vez de
concentraciones de verdaderos fanáticos, como fue muy al principio, se
colocaron miles de sillas o butacas, cada una con nombre y apellido,
para asegurar un público confiable, cercano a la tribuna de los líderes.

Empezó a ser difícil programar concentraciones masivas de forma sincera.

La gran mayoría, al fin se había dado cuenta de que vivíamos una de las
dictaduras más sangrientas del continente, con miles de fusilados, miles
de presos políticos durante más de treinta años, miles de cubanos
muertos en las guerras secretas de Fidel Castro, miles de jóvenes
comidos por los tiburones, en busca de libertad.

Cuba es la misma que a través de leyes improvisadas y locas a partir de
1959, destruyó uno de los mejores comercios de Latinoamérica, surgido
gracias a España, cuando la pequeña isla, que no era una colonia
cualquiera, se convirtió en el primer productor de café del mundo, en el
primer productor de azúcar, de bananos, luego de cobre, de miel de
abeja, etc.

Cuba era la misma, cuando de un solo golpe perdimos la libertad de
prensa y de expresión, cuando fue destruida una de las mejores
industrias latinoamericanas con tecnología norteamericana, gracias al
libre desarrollo económico que aplicaban los gobiernos democráticos de
la República.

Hoy, no vemos nada claro nuestro futuro. Las llamadas reformas
económicas, las mismas que tuvieron lugar cuando la administración
estatal entraba en sus peores crisis y aceptaba a los "cuentapropistas"
—dueños de pequeños negocios, más tarde suprimidos y encarcelados por
supuestos delitos de enriquecimiento ilícito—, no indican otra cosa que
no sea el fracaso total y definitivo de un gobierno militar que se
mantiene en el poder por las armas y por una exigua minoría de
alabarderos, desengañados asalariados, pero "indisciplinados", como
llama el General Raúl Castro a todos por igual.

Como telón de fondo están las mayorías, desarmadas, indiferentes,
cansadas, los trabajadores con sus miserables salarios, los ancianos mal
alimentados, los niños obligados a ser como el Che. Entre ellos, miles
de opositores pacíficos y cientos de periodistas independientes, que no
bailan ni cantan al compás de trompetas y tambores militares.

Source: Eusebio Leal y las fiestas políticas del castrismo | Cubanet -
https://www.cubanet.org/opiniones/eusebio-leal-y-las-fiestas-politicas-del-castrismo/

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