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Friday, May 11, 2012

Las leyes cubanas que nadie ha visto

Opiniones / Ernesto Morales

Las leyes cubanas que nadie ha visto

Se trata de leyes que simulan haber sido escritas con zumo de limón: a
simple vista son imposibles de leer. Nadie puede afirmar que las haya
constatado jamás. Tal vez porque para hacerlo, sea preciso aplicarles calor.
Ernesto Morales Licea / Especial martinoticias.com
mayo 10, 2012

Hay ciertas leyes cubanas que poseen una cualidad tan folklórica como
original. Una peculiaridad muy nuestra, que data de históricos períodos
de lucha, cuando era preciso enviar mensajes subversivos con absoluta
confidencialidad.

Se trata de leyes que simulan haber sido escritas con zumo de limón: a
simple vista son imposibles de leer. Nadie puede afirmar que las haya
constatado jamás. Tal vez porque para hacerlo, sea preciso aplicarles calor.

Con zumo de limón, digamos, fue escrita la ley que obliga a médicos,
enfermeros, técnicos de rayos X, dentistas o laboratoristas, a
permanecer 5 años en Cuba tras solicitar su salida del país. Ese amplio
sector poblacional relacionado con la Salud bien sabe el procedimiento:
después de solicitar su permiso de salida, deberá preparar un trozo de
madera, como los tripulantes de los navíos, para marcar uno a uno los
1825 días (pocos más, pocos menos) que le esperan antes de que su
emigración se pueda efectuar.

¿Quién, por muy ingenuo o desinformado que sea, no conoce hoy en Cuba
que esta es una práctica ya habitual, según la cual se planifican
familias y se rompen lazos amorosos? Y sin embargo, ¿alguien ha visto
alguna vez la ley, el decreto oficial, que la justifica?

Con zumo de limón está escrita la ley que prohíbe a los cubanos
contratar el mismo servicio de Internet disponible a los extranjeros con
residencia en la Isla. El decreto que oficializa con basamentos
racionales (¿o qué son las leyes si no?) que un foráneo radicado en mi
país puede pagarse horas de Internet en su casa, y un cubano que tenga
en el bolsillo igual cantidad de billetes no puede hacerlo. Esta ley
nadie la ha podido verificar, y sin embargo, ¿alguien duda de su aplicación?

Si algo sabía el agente, funcionario, o entusiasta del poder que
interpeló en plena calle a los autores de aquel documental Que me pongan
en la lista, es que no haber visto las altas escrituras, no pone en duda
su existencia. Aunque los cítricos escaseen notoriamente en los
agromercados de una Isla tropical, para escribir estas leyes siempre
habrá reservas.

Porque sí: alguien que, repito, parece pertenecer a un sector facultado
para imponer orden y pedir identificaciones sin portar uniforme alguno,
tuvo a bien situar a los jovenzuelos del Instituto Superior de Arte que,
cámara en mano, salieron a las calles de La Habana a preguntar qué
pensaban sus compatriotas sobre el funcionamiento de los Comités de
Defensa de la Revolución (CDR).

El incidente quedó reflejado en un material titulado Que me pongan en la
lista, premiado en diversos certámenes del audiovisual cubano un par de
años atrás. El enérgico compañero olvidó que porque la cámara se baje
del hombro no significa que deja de grabar.

En el momento de informarles, con un tono francamente amenazador,
desequilibrante, que no tenían autorización para hacer esa clase de
preguntas de manera pública, uno de los realizadores se tomó el trabajo
de indagar por la ley que se los prohibía. La respuesta fue realmente
deliciosa por denigrante: "No me vengas a hablar de leyes, no me hables
de leyes que si no caemos en otras cosas."

Sí, este era un conocedor. Este sabía que existe el basamento legal.
Pero que para poder verlo, hay que pasarle una plancha por encima.

Creo que con limón fue escrito, también, el destierro moderno que
tácitamente se aplica hoy en Cuba. El algoritmo es más o menos así: un
profesional sale a trabajar fuera del país. (En el vocabulario belicista
de mi Isla armada a esto se le conoce como cumplir misión.) Se desempeña
como fisioterapeuta, cirujano o profesor de Inglés. Allí, lejos de su
verde caimán, conoce a la mujer de sus sueños, o al país que mejor le
satisface los anhelos. Y decide anclarse.

Pues bien: automáticamente queda marcado con la Letra Escarlata de los
desertores para quienes las puertas del castillo tropical se han cerrado
por siempre. Una Ley Invisible así lo determina.

Lo digo por experiencia casi propia: alguien muy cercano a mí perdió a
su padre el 31 de diciembre último. Desde hace 6 años vive en Jamaica
sin poder entrar a Cuba. Esta vez, ni siquiera la Cruz Roja
Internacional consiguió que asistiera al sepelio de su pobre padre.

Demasiado oscurantismo, demasiada invisibilidad. Las que he mencionado
son apenas un puñado de entre cientos que hoy condicionan la realidad de
mi país. Quiero creer que son leyes verificables, que tienen sustento,
pero me declaro incapacitado para la fe en estos menesteres: necesito
verlas. Necesito comprobar que existen. No temo a ser tildado de hijo de
padre deshonesto, como los que callaban ante la desnudez del Rey sin
atreverse a decirle a Su Majestad que el sastre le había engañado: que
andaba desnudo. No, yo cargo con el estigma si es preciso.

Pero ya va siendo hora de que respeten un poco nuestro derecho a ser
regidos por leyes que podamos mirar, tocar, y sobre todo, enfrentar. Que
destinen el limón para el cubanísimo potaje de frijoles colorados (mucho
lo agradecerán los hogares de mi país), y que escriban las leyes
nacionales con tinta de honestidad.

http://www.martinoticias.com/content/article/11046.html

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