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Tuesday, May 30, 2006

Ni la de Quintin ni las cien mil

Sociedad
Ni la de Quintín, ni las cien mil

El actual plan de viviendas del gobierno, como los anteriores, está
condenado al fracaso por la ausencia de participación ciudadana.

Dimas Castellanos, Ciudad de La Habana

En marzo pasado, el diario oficialista Granma publicó una serie de
artículos referidos a la construcción de viviendas en Cuba. Uno de ellos
estuvo dedicado a Ciudad de La Habana, que en febrero sólo había
concluido 619 de las 10.672 planificadas para este año y donde el 29 por
ciento de las 589.000 viviendas están en regular o mal estado.

Otro habló del municipio tunero de Jobabo, donde de las 1.335 casas que
estaban en ejecución a principio de año sólo se han concluido 19. Luego
le tocó el turno al municipio habanero de Nueva Paz, en el cual el 53
por ciento de los inmuebles está en regular o mal estado. Y después el
periódico se trasladó a Consolación del Sur, en la provincia de Pinar
del Río.

Como los cuatro artículos contienen un denominador común, a saber, la
responsabilidad familiar en la construcción de los hogares, hablaré sólo
del último de ellos.

"La construcción de la vivienda de Quintín Amparo Chirino no avanza a
buen ritmo. Hace varios días que no se trabaja. Lo indica la hierba que
ha comenzado a salir en lo que será el piso. El cemento a granel que le
han entregado para la obra podría echarse a perder y las cabillas para
los arquitrabes que darán consistencia a la armazón de paredes muestran
los primeros síntomas de corrosión". Así comienza el artículo Sin tiempo
que perder.

En septiembre del pasado año, Granma publicó un reporte —acerca del
informe presentado a la Asamblea Nacional del Poder Popular por el
secretario del Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros— en el que se
dio a conocer que, debido al "mejoramiento de las posibilidades
financieras del país", se iban a "construir y terminar no menos de
100.000 viviendas nuevas por año a partir del 2006", el "mayor plan
habitacional aprobado en Cuba durante toda su historia".

Según el reporte, la nueva concepción se basa en el concepto de que "el
constructor principal sea la propia familia que vivirá el inmueble",
pues la "batalla de ideas", en la que están ocupados los constructores
profesionales, no debe afectarse en lo más mínimo.

Surgida coyunturalmente del conflicto entre los gobiernos de Cuba y
Estados Unidos, la "batalla de ideas" —prohibición del debate
constructivo entre ideas y su conversión en marchas, consignas, tribunas
y discursos movilizativos desde y por el poder político— se ha
convertido en una cortina para ocultar la incapacidad del Estado en la
solución del problema habitacional.

Proclamado en ese contexto, el plan de las cien mil viviendas anuales,
depositado ahora en la familia, no responde como debía responder a las
necesidades y/o a la importancia del papel ciudadano en la solución de
los problemas que le afectan, sino al simple hecho de que primero está
la "batalla de ideas".

Esa definición, emergida de uno de los supuestos bastiones del marxismo,
olvida aquello de que "los hombres antes de pensar en política, en
filosofía y en religión, tienen que comer, beber y vestirse", y por
supuesto, tener donde cobijarse. Desde esos criterios, desconociendo la
experiencia de la humanidad acerca de que la cueva, la choza y la casa
antecedieron a las consignas, tribunas y discursos, la vivienda no
califica para considerarse parte de la supuesta batalla, en la que están
ocupados los constructores profesionales.

'Piedra y arena'

En el artículo se dice que, desde 2002, cuando los huracanes Isidore y
Lili destruyeron su hogar, Quintín se encuentra en una vivienda
temporal. Sin embargo, en su solar "tiene piedra y arena" y "le aseguran
que hay disponibilidad de más materiales y techo". Mientras tanto, él "y
su hijo de 34 años no los están usando" porque esperan por la asignación
de constructores que les ayuden a terminar su casa.

Desde la óptica del periodista de Granma se infiere que el hecho de no
tener donde vivir es responsabilidad de Quintín, al igual que los
cientos de miles de cubanos que, recibiendo "piedra y arena", son
incapaces de construirse su propia vivienda.

Resulta que 47 años después de ignorar la imprescindible participación
ciudadana en un problema tan vital e insistir infructuosamente, primero
sólo desde el Estado y luego desde las Microbrigadas —definidas por ley
como "la primera forma de construcción de inmuebles"—, también bajo su
control, se les entrega piedra y arena para que construyan sus casas,
mientras los recursos más importantes y la fuerza calificada se reservan
a fines de "mayor importancia".

Una decisión totalmente huérfana de los medios y libertades
correspondientes: existencia de un mercado libre de materiales de
construcción, en moneda nacional y a precios asequibles; libertad para
crear pequeñas empresas constructoras, productoras de materiales y de
transportes; y créditos con baja tasa de interés; sin los cuales tal
decisión puede asemejarse a una tomadura de pelo.

Según el articulista, "en todo Pinar del Río la situación es compleja,
pues muchas veces no se comprende que la participación popular es
decisiva. Los municipios de San Cristóbal, San Juan y Martínez y Bahía
Honda debían haber concluido 279 viviendas al cierre de febrero, pero
apenas sumaban 14", es decir, el 5 por ciento de lo planificado;
mientras a nivel de provincia "el pronóstico al finalizar el trimestre
ronda el 50 por ciento de lo planificado". Así, "en los próximos meses
se arrastrarán los 918 hogares que no han estado a tiempo".

De igual forma, el presidente del Poder Popular de Consolación del Sur
expresó: "Todavía no hemos logrado que la totalidad de las familias se
convenzan de que deben ser ellas los principales constructores de sus
hogares y algunos esperan que se los hagan". La intención es clara:
conservar los medios y fuerzas en manos del Estado y la responsabilidad
en la familia.

Si a eso se agrega que desde 2002, a causa de los huracanes, unas
102.000 casas han sido dañadas en Pinar del Río y que de ellas cerca de
20.000 aún esperan por su reparación o construcción, se puede arribar a
la conclusión de que ni la vivienda de Quintín, ni la de otros cientos
de miles de cubanos, se terminarán en los plazos anunciados.

Junto a la falta de brazos hay otras dificultades, como la
transportación de materiales, debido a la falta de combustible y al
estado técnico de los vehículos; el momento "pico" de la campaña de
tabaco, que demanda abundante fuerza de trabajo; la industria local de
materiales que, aunque cuenta con la infraestructura necesaria, no
alcanza a abastecer la demanda del municipio; las bloqueras paradas por
falta de materias primas; y la tenencia de una cantera de áridos, pero
sin transporte para su traslado.

Todo ello pone en evidencia que el plan de las 100.000 viviendas fue
elaborado sin tener en cuenta los medios más elementales para su
realización, lo que sólo puede ser resultado, además del voluntarismo,
de una manifiesta incapacidad, o de deslizar la responsabilidad hacia la
familia cubana, carente de posibilidades, derechos y libertades.

Teniendo en cuenta los cientos de miles de viviendas dejadas de
construir y el actual crecimiento demográfico, al ritmo de 100.000
anuales, se requiere, para resolver el déficit acumulado, de 20 años con
esa regularidad.

Si a ello se agrega que el actual plan de viviendas, como los que le
precedieron, está condenado al fracaso por la ausencia de una verdadera
participación ciudadana —autónoma y paralela al Estado—, dotada de los
correspondientes medios, derechos y libertades que permitan a la familia
desempeñar su papel como sujeto y no como objeto de decisiones
políticas, al abultado déficit existente se sumará la vivienda de
Quintín y la de nuevas decenas de miles de cubanos.

URL:
http://www.cubaencuentro.com/es/encuentro_en_la_red/cuba/articulos/ni_la_de_quintin_ni_las_cien_mil

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